La cirugía de hernia se recomienda cuando la hernia causa dolor, aumenta de tamaño o hay riesgo de estrangulación, lo que podría comprometer el flujo sanguíneo al tejido afectado.

Existen dos tipos principales: la cirugía abierta y la laparoscópica. La elección depende del tipo de hernia, su tamaño y la condición del paciente.

La cirugía torácica se indica para tratar enfermedades pulmonares, cáncer de pulmón, neumotórax recurrente, tumores mediastinales y problemas en la pleura o esófago.

Entre los procedimientos más comunes están la cirugía antirreflujo (funduplicatura de Nissen), la gastrectomía y la resección intestinal para tratar enfermedades como el reflujo gastroesofágico, úlceras y tumores digestivos.

Se recomienda en casos de cáncer de colon, diverticulitis complicada, enfermedad inflamatoria intestinal y obstrucción intestinal. Las técnicas incluyen colectomía abierta o laparoscópica.

Los procedimientos incluyen el bypass gástrico, la manga gástrica y la derivación biliopancreática. Son recomendados para pacientes con obesidad severa que no han logrado perder peso con otros métodos.

Algunas posibles complicaciones incluyen deficiencias nutricionales, fugas gástricas, úlceras y síndrome de dumping. Un seguimiento médico es clave para prevenir y manejar estos problemas.

La cirugía de vesícula biliar (colecistectomía) está indicada en casos de cálculos biliares sintomáticos, colecistitis o disfunción vesicular. Puede realizarse por vía laparoscópica o abierta

El tiempo de recuperación varía según el procedimiento y la técnica utilizada, pero generalmente oscila entre una a cuatro semanas, dependiendo de la complejidad de la cirugía.

Se recomienda reposo relativo, evitar esfuerzos físicos, seguir una dieta adecuada según la cirugía realizada, mantener una buena hidratación y asistir a controles médicos para evaluar la evolución.